Del fuego a la sartén: cocina con
ciencia
Me parece interesante la
incursión que ha hecho la cocina en nuestras vidas, no solo como clientes,
consumidores o comensales, sino también como espectadores de realities donde la
cocina es el leit motiv o simplemente como meros observadores del fenómeno foodie
que esta disciplina ha traído al momento presente. Hoy en día tiramos, cada vez
más, de platos que bien pudieran proceder de otra galaxia, alimentos que varían
su estructura original, y composiciones donde lo evidente y esperado podría ser
lo menos frecuente. Todo lo complejo del asunto se resume en algo muy sencillo,
y es que desde la antigüedad, el hombre, casi sin querer, no ha dejado de
avanzar en este campo, con cambios que parecieran pequeños, diminutos, en
ocasiones, pero que suponen variaciones en las formas y los formatos e implican
una revolución en la cocina moderna actual. Hace siglos, no años, que la cocina
y la ciencia van de la mano, y que la gastronomía es factor coadyuvante de la
cultura de las poblaciones, desde su más reciente historia. Este tándem
cocina-ciencia es absolutamente ancestral y algunos de los ejemplos que ahora
comento ilustran lo que quiero decir en este sentido. Ya en el siglo XV,
Leonardo Da Vinci, firme convencido del savoir faire en la cocina, fue un
revolucionario, por tratar de llevar a los comensales de su época el concepto
de la cocina minimalista, el emplatado, y la mesura en lo que al tamaño de la
ración se refiere. A través de él y de su doctrina se extendió el concepto del
menú degustación y a él se debe, además de La Gioconda, el invento de
sacacorchos, el espeto, los espaguetis o el tenedor. Merece la pena también
destacar la actuación en este campo de Benjamin Thompson, un físico americano
del siglo XVIII, científico brillante, y promotor de las conferencias de la
Royal Institution, donde eruditos de la época debatían sobre lo divino y lo
humano al amparo de un conocimiento intrínseco y aprehendido con la experiencia
que dan los años de estudio en diferentes materias. A él se deben avances
importantes en termodinámica y algo tan simple como que el calor era algo
inmaterial, debido al movimiento molecular, y que cuando colocaba un alimento
en el interior de un recipiente de metal este se calentaba, sencillo pero
inexplicable para la época. En este sentido Thompson logró dilucidar este
enigma a lo que denominó “flujo calórico” y hoy podemos poner un alimento en
una olla sabiendo que la temperatura, el tiempo y el tipo de material utilizado
influirán directamente en la cocción del mismo. En el siglo XVIII también,
además de otros importantes entendidos en la materia, aparece en escena Antonin
Careme, cocinero de reyes y rey de los cocineros. Se forma con pasteleros en
París, es el menor de 10 hermanos que nace en el seno de una familia
paupérrima. Es considerado como precursor de la dietética y la lógica de la
nutrición. Su obra “El arte de la cocina francesa en el siglo XIX” una de las
más destacadas de la cocina a nivel mundial, sirve de base para los recetarios
y la cocina moderna, tal y como hoy la conocemos. Responsable de los merengues,
salsas, guisos y el volován, hizo ver al público que la cocina podría tener la
importancia de una ciencia. Ya en el siglo XX y en nuestro país, un aragonés,
Teodoro Bardají aparece como impulsor de la cocina española y, aunque se forma
en Francia, donde aprende gastronomía francesa, defiende a ultranza la cocina
española y el hecho de que sin tradición no hay innovación. Edita numerosos
libros en materia culinaria que se convierten en seña de identidad de la cocina
española y la elevan a la categoría de otras cocinas europeas más ambiciosas y
extendidas en la época, como pudiera ser la francesa. En alguno de sus tratados
hablaba ya del uso del agar-agar en preparaciones culinarias, como espesante y
se refería a otros ingredientes que, hoy en día, se presumen novedosos. De él
es una cita que dice lo siguiente: Hoy el cocinero que se precia de serlo ha de
saber hasta las calorías que tiene una alcachofa; si el pan tiene más que la
manteca; las mezclas que son simpáticas y las que se repelen; ser un químico,
pero no para adulterar artificialmente los manjares, sino para usarlos con
acierto”, ciertamente en esta afirmación se pone de manifiesto la importancia
del conocimiento en la cocina. Más contemporáneo es el físico Nicholas Kurti,
al que se le atribuye, junto con otros científicos y cocineros importantes,
Herve This, Harold McGee, Davide Cassi o Peter Barham, la creación del concepto
de gastronomía molecular. El caso es que ellos no fueron los pioneros, la
relación cocina-ciencia es indivisible, irremediablemente, y de manera
completamente justificada, por mas que pese a aquellos que, desde otros campos
o con otras opiniones, intenten hacernos creer que la gastronomía, la cocina,
la tecnología culinaria, no tienen cabida como disciplina del conocimiento.
Como indicaba Kurti, El descubrimiento de un nuevo plato ha hecho más por la
felicidad de la humanidad que el descubrimiento de una nueva estrella.
Fdo. Mª Belén Linares Padierna
Fdo. Mª Belén Linares Padierna
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